03-03-2017

Si queremos un futuro mejor para los niños, deberíamos comenzar por cumplir la ley

Por Alieto Guadagni (*) – Columna de la Agencia Telam

El economista y director del Centro de Estudios de la Educación Argentina de la Universidad de Belgrano, opinó sobre la educación argentina, ante el conflicto que impide el inicio del ciclo lectivo en todo el país.

Alieto GuadagniEl nivel de conocimiento de nuestros niños es muy bajo, cuando se compara con otros países latinoamericanos.

En la evaluación de lenguaje (tercer grado primario, UNESCO 2013), nuestros niños están por debajo de Chile, Costa Rica, México, Uruguay, Perú, Brasil y Colombia. Al mismo tiempo nosotros tenemos muchos más cargos docentes por alumno, ya que cada cargo atiende a apenas 12 alumnos, mientras en Chile y Brasil son 21, en Colombia 24 y en México 27, en Francia 19, Rusia y Reino Unido 20 y en Japón y Corea 17.

Como se ve no es fácil explicar cómo nuestros niños saben tan poco, comparados con todos estos países cuando Argentina es uno de los países del mundo con más cargos docentes en proporción a la cantidad de alumnos primarios.

Veamos que ocurre con el calendario escolar. Un niño en Dinamarca y Chile tiene más de 1.030 horas de clase por año, en Cuba, Colombia y Australia 1.000, en Israel y Estados Unidos 965, en México 800. El promedio mundial de horas anuales de clase son 799, la inmensa mayoría de nuestros niños tiene apenas 720 horas anuales, ya que la Jornada Escolar Extendida (legalmente obligatoria) aun beneficia apenas al 13,4 por ciento de los niños que acuden a escuelas primarias estatales.

Este gran déficit escolar se agrava cuando el calendario escolar se acorta aún más con nuevos feriados o cierre de escuelas por conflictos salariales, también incide negativamente el incumplimiento sistemático de la Ley 25.864, promulgada por Nestor Kirchner en el 2004, que con sensatez exige «adoptar las medidas necesarias a fin de compensar los días de clase perdidos, hasta completar el mínimo establecido».

Además, apenas 471.697 de los 3.521.109 alumnos de escuelas primarias de gestión estatal -es decir, tan sólo el 13,4% del total- acceden a la Jornada Escolar Extendida (JEE), incumpliendo las leyes de Financiamiento Educativo y de Educación Nacional.

De esta manera, el sistema educativo de la Argentina no sólo no logra dar el paso necesario hacia la meta de calidad educativa con inclusión social, sino que incumple la Ley 26.075 de Financiamiento Educativo, sancionada en diciembre de 2005, cuyo artículo 2º exige: «Lograr que, como mínimo, el 30% de los alumnos de educación básica tenga acceso a escuelas de jornada extendida o completa, priorizando los sectores sociales y las zonas geográficas más desfavorecidas».

También hace lo propio con la Ley de Educación Nacional, de diciembre de 2006, que en su artículo 26º dispone: «Las escuelas primarias serán de jornada extendida o completa con la finalidad de asegurar el logro de los objetivos fijados para este nivel por la presente ley».

Cumplir el mandato legal exigiría al menos duplicar sin demora la matrícula de las escuelas primarias estatales de Jornada Escolar Extendida. Respetar el compromiso asumido en la Cumbre Iberoamericana de 2010 demandaría multiplicarla por cuatro para 2021.

Estas metas no son inalcanzables, basta con mirar a otros países como Chile, que implementó legalmente la jornada extendida en 1997, y una década más tarde había incorporado a casi todas la escuelas a esa modalidad.

La situación actual consolida la desigualdad socioeconómica, contribuyendo a la reproducción intergeneracional de la pobreza: Aquí radica una diferencia creciente entre los niños de hogares con recursos económicos, cuyos padres pueden abonar una cuota para que asistan a escuelas privadas con Jornada Escolar Extendida, y los niños pobres que no tienen esta opción.

Si todos queremos ayudar a los niños a tener un mejor futuro sin pobreza y sin exclusión social deberíamos comenzar por cumplir la ley.

(*) Economista y director del Centro de Estudios de la Educación Argentina de la Universidad de Belgrano.