27-06-2015

Libertad de palabra

Por Claudio Gómez (*)

Claudio GómezUn día como hoy, de 2008, moría el cómico Vicente La Russa. Como a la mayoría de los actores de su generación, llegar a la fama le demandó un largo recorrido. Y, sin embargo, nunca fue famoso, sino conocido a través de dos personajes secundarios.

El preso: ese fotógrafo poco ilustrado de la Voz del Rioba, que acompañaba, con la lealtad de Sancho, a Minguito Tinguitella en la cobertura de notas periodísticas inverosímiles. Ese fue Vicente La Russa, debajo de una boina y atrás de un pucho interminable. Su estereotipo remitía a alguien que había cumplido una condena y ahora se ganaba la vida tomando imágenes para un diario. No era un profesional de la foto, era un changarín. Entre las complejas evidencias de barbarie que derramaba su papel, uno, sin dudas, constituía la clave de una subcultura de época: El preso no hablaba, apenas farfullaba.

Vicente La RussaVino luego la época con Olmedo e interpretó al déspota gerente de la empresa en la que cumplía funciones el desorientado Rogelio Roldán. Aquí La Russa se luce en un fingido tono alemán.

Lo interesante es que, después de 35 años en escena, el actor logra un parlamento extendido. Su voz se escucha en diálogos grotescos y hasta se toma tiempo para contarle un chiste a su interlocutor.

En épocas como esta en la que cualquier culo armonioso logra cantar, bailar y contar las formas en que se encama y se desencanta con cualquier tipo de animalejo, lo de La Russa cobra una dimensión esotérica: la magia de la televisión no exige mayores sacrifcicios actorales, sino horas de gimnasio y tetas de latex. Con eso alcanza.

Y pensar que El preso era, también, cantante lírico.

(*) Periodista.

25-06-15