13-01-2017

Información pública

Por Pablo Morosi (*)

Pablo MorosiEn el último tiempo he estado pensando mucho en este asunto y cada vez con mayor frecuencia he sentido la necesidad y el impulso de manifestarme al respecto. Bien, ahí va.

Como profesional de la comunicación he asistido silenciosamente al proceso desplegado en los últimos doce años que ha dado como resultado la sanción de una ley de medios que reemplazó la normativa de la ultima dictadura y que extendió a toda la sociedad una discusión mucho mas antigua, aunque hasta entonces circunscripta a ambientes periodísticos y de formación profesional, vinculada a los desequilibrios que el mercado había dispuesto en la ecología de medios vernácula. Un debate, por cierto, necesario y saludable en términos de alertar a la población el carácter político de los medios y sus intereses y, al mismo tiempo, de ensayar un nuevo esquema distributivo para el sector que garantice diversidad.

No obstante, en medio de un escenario de beligerancia pergeniado deliberadamente (y por razones ajenas al asunto) y el fragor de los contrapuntos – que en muchos casos considero excesivos y hasta de muy mal gusto-, se omitió un aspecto central de la funcionalidad del sistema de medios y la comunicación social en términos genéricos, como lo es todo aquello atinente a la información de carácter público, aquellos datos centrales y sensibles que el Estado administra y que afectan directamente la vida de las personas.

Solo después de la salida del kirchnerismo se sancionó una ley de acceso a la información pública que debió ser parte de un paquete integral de reformas junto con la ley de medios. Pero no alcanza.

Se ha dicho muchas que la Argentina es un país sin estadísticas y es cierto o no se producen números, o se tergiversan o directamente se esconden para intentar salvar la imagen de los funcionarios de turno. Aún cuando se producen datos se lo hace sin una unificación de criterios tal que permita el cotejo volviéndolos prácticamente inservibles, anecdóticos o acotados a un universo inverosímil.

Insisto esto pasa, en general, en todas las jurisdicciones y en todos los Poderes donde el rol de las oficinas de prensa ha mutado hasta convertirse en oficina de taponamiento de información.


En Argentina, el Estado, en todas sus jurisdicciones y Poderes ha construido una opacidad detrás de la que suele esconderse la negligencia y la corrupción.


Así las cosas, transparentar la información del Estado es hoy, a mi modo de ver, el principal desafío de la democracia porque, la información pública (en materia de salud, comercio, educación, criminalidad, etc.) y lo que con ella puede hacerse mejora la calidad de vida de los ciudadanos en general y, en especial, la de los sectores marginados. Para pensar y discutir.

(*) Periodista.