Por Julieta Albano (*)
Se antoja la leyenda argentina anunciarnos que los gobiernos de raigambre radical rara vez terminan sus mandatos, que la Argentina cada diez años entra en crisis y que los segundos gobiernos peronistas no pueden consolidar en el tiempo las reformas sociales implementadas en el primer mandato. Se trata de nuestras predicciones inconscientes.
Hoy día, la realidad parece mostrarnos que estamos ante el filo de la navaja de esta profecía. Nos encontramos a un poco más de los diez años de la crisis desatada bajo el gobierno de De La Rúa y transitando el segundo mandato de Cristina (o tercer mandato de la era K, recordemos que en la época de Perón los mandatos presidenciales duraban seis años). De las acciones que tome el propio gobierno depende que esta profecía sea finalmente autocumplida.
Luego de la caída de la convertibilidad, las reservas eran aproximadamente un cuarto de los depósitos en dólares. Hoy, si bien no estamos ante ese mismo escenario, las reservas bajo administración del BCRA aceleraron su ritmo de caída desde que el Gobierno puso en marcha el sistema de control de las operaciones cambiarias que otorga a la AFIP la autorización de cada transacción. Estas medidas, lejos de generar el efecto deseado, impulsaron nuevos retiros de depósitos en dólares, los cuales no se detuvieron a pesar de que el BCRA redujo ostensiblemente las ventas luego de la aplicación de las nuevas restricciones y las imposiciones ante empresas y sectores productivos para que aceleren sus liquidaciones de divisas.
Ya conocemos el rol de las expectativas en la economía, es decir, con el solo hecho de pensar en una corrida la misma se produce y no hay sistema financiero que lo soporte. Las expectativas pueden conducir a una inercia que dificulte detener una corrida contra el sistema.
Si hacemos un paralelo con el segundo mandato de Perón, la característica del segundo período del líder justicialista fue la pérdida de los fondos para continuar con la política redistributiva implementada en su primer mandato. El modelo de Perón se basaba principalmente en un alto consumo, con plena ocupación de factores productivos y amplios saldos exportables. Cuando este contexto se agrietó, la política de Perón se tornó contradictoria, aplastada por una realidad mucho más poderosa que el apoyo del electorado y su imán personal. El segundo gobierno peronista se caracterizó por el agotamiento de la política distributiva que caracterizó al primer gobierno.
Los primeros años de la era K se caracterizaron por la importancia de la sanidad fiscal y un tipo de cambio competitivo, la importancia otorgada a la renegociación de la deuda pública, aumentos en los salarios mínimos y jubilaciones y la postergación de la renegociación con las empresas de servicios públicos privatizadas. Luego de los primeros años, el gasto primario del sector público nacional fue creciendo y el resultado fiscal deteriorándose. El comportamiento fiscal actual es insostenible y estamos ante un dilema con algunas aristas similares al enfrentado bajo el segundo mandato de Perón.
La baja de las reservas y el estructural problema de la matriz energética parece anticiparnos una nueva crisis, así como la necesidad de reacomodamiento de los subsidios y de un ajuste fiscal parece indicarnos una marcha atrás en las políticas populistas implementadas.
¿Será que los argentinos nos movemos en vaivenes pendulares, por políticas cortoplacistas e inconsistentes en el largo plazo? ¿Se trata de nuestras profecías autocumplidas?
Cambiemos la historia esta vez. Es cuestión de revertir los errores del pasado, principalmente sincerando precios, reacomodando los subsidios tarifarios de forma tal que sean redireccionados hacia quienes realmente se busca beneficiar, resolviendo los problemas de la matriz energética y volviendo a los pilares fundamentales del modelo K caracterizados originalmente por la sanidad fiscal junto con un tipo de cambio competitivo. Pasemos del jardín de las profecías autocumplidas al “jardín de senderos que se bifurcan”, parafraseando a Borges, si el lector me lo permite. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarcando todas las posibilidades.
De nosotros depende.
(*) Licenciada en Economía, Magister en Finanzas Públicas Provinciales y Municipales.