24-03-2016

El camino de la promoción de la cultura para una democracia plena

Por Javier Faroni (*) – De su muro de Facebook

Javier FaroniPasaron 40 años del inicio de la dictadura más sangrienta que tuviera nuestro país y más de 30 del ocaso de la época más oscura de la Argentina. En estos años, aun con las enormes deudas sociales que existen, hemos hecho algo bien y eso fue vencer la intermitencia de la democracia. La idea de que ésta volvió para quedarse y nunca más vulnerarse hoy casi nadie la pone en duda y eso fue producto de un gran esfuerzo de todos. En un país donde la coyuntura política está basada en el famoso péndulo que navega del neoliberalismo al populismo, que la clase política y la sociedad en general haya aceptado eso no es poco y como argentinos debemos estar orgullosos.

No obstante ello, debemos pensar más allá, como quien recibe atención primaria y luego planea un tratamiento para poder recuperarse plenamente. En este sentido, tenemos muchas cuestiones en deuda para que nuestra democracia goce de plena salud. Es un sistema de gobierno – y también de vida- que necesita del compromiso de todos, pues como cualquier derecho tiene su obligación y eso implica cuidarla, construirla y fortalecerla día a día.

Lamentablemente, en los últimos años hemos visto que eso no ha sucedido, diversos casos de corrupción pública y no reprimida nos muestran que el derecho a la igualdad que brinda la Constitución Nacional no se está respetando; que con hospitales públicos sin médicos o instrumental como sucedió días pasados en el HIGA de Mar del Plata, no se respeta el derecho al acceso a la salud; que colegios sin calefacción y pésima infraestructura sumado a la abultada cantidad de días sin clases no garantiza el acceso a la educación; que en un país donde hay ciudades con un 20 por ciento de desocupación no se garantiza el acceso al trabajo; que con un 30 por ciento – o quien sabe sí más- de pobreza no se garantiza una vida digna para la gran mayoría de argentinos; que los reiterados acampes de la comunidad Quom desnudan que la protección a la comunidad indígena del art. 75 inc. 17 de nuestra Constitución no se está garantizando; que a esta altura tengamos que hacer campaña por la introducción de mujeres en la Corte Suprema implica que el derecho a la igualdad no es puro y total; que en materia de la mortalidad infantil aun manejemos números altos junto a la existencia de gran cantidad de chicos con desnutrición, significa que no se está garantizando el régimen de seguridad social especial e integral en protección del niño desde el embarazo que prevé el artículo 75 inc. 23 de la Carta Magna; es decir, le hemos faltado el respeto a la Constitución durante todos estos años.

Esto resulta paradójico, porque sí hay algo que las dictaduras militares hacían inmediatamente al derrocar a los gobiernos de turno, era desplazar a la Constitución Nacional por un impresentable estatuto diseñado para dar forma a un régimen arbitrario y absolutamente represivo.

Por lo cual, conociendo la pesada historia con la que nuestra patria carga tras sus hombros, que la democracia a esta altura se la haga navegar por la periferia de lo que nuestra Constitución manda, no hace más que alimentar la enorme deuda social, económica, educativa, sanitaria y judicial que como país tenemos, producto de las falencias e incumplimientos de la clase dirigente de los últimos tiempos. En este sentido, no cabe dudas que la mayor deuda de la democracia es la falta de confianza de que puede funcionar como debe ser.

Por lo tanto, debemos querer y valorar la democracia. Abogar por ella es una tarea compleja que requiere el esfuerzo y compromiso de todos, que necesita decisión política para romper con el circulo vicioso de la corrupción, la politiquería, el clientelismo y lo que es peor: la omisión a las necesidades de las clases mas vulnerables o caer en la tentación del mantenimiento de la pobreza y, con ello, el estancamiento y recrudecimiento de la marginalidad social.

Hoy, a 40 años del ultimo golpe de estado, el desafió no es mantener la democracia a cualquier precio, eso ya ha sucedido hace un tiempo y se valora; pero a esta altura nos tenemos que animar a construir una democracia de verdad, en donde aboguemos por generar condiciones dignas de empleo, de superación personal, de fortificar el preciado contrato social; es decir tenemos que hacer un cambio cultural muy importante, en donde se modifique las prioridades y exigencias de la clase dirigente pero de la ciudadanía también. El desafió es incluir pero también – y básicamente- integrar, es invertir para que a mediano y largo plazo podamos tener una sociedad mas desarrollada.

En este sentido, las respuestas están en la cultura, el cambio es su fomento y promoción. La deuda social se liquida con personas útiles y autorrealizadas, con la posibilidad de entrar al sistema a través de las artes, el deporte, la educación o la informática. La decisión no es económica porque estas problemáticas no se limitan a un número como algunos neoliberales nos quisieron hacer creer, ni tampoco es propia de un asistencialismo primario exclusivo como algunos populistas – atraídos por el facilismo del corto plazo- recientemente pregonaban.

Por lo tanto, es hora de romper con el facilismo a corto plazo para trabajar a nivel cultural, porque es el único valor humano y social que resiste, enaltece y libera a un pueblo. Prueba de ello, son los años de terror que se vivieron en la última dictadura, en donde la cultura se debatía entre la censura y el miedo, habiendo expresiones que así y todo desafiaron esa lógica, como lo fue el teatro abierto – cuya sede fue incendiada- o el rock nacional que a través de sus himnos alzó su voz contra la barbarie y fue perseguido. Como sí fuera poco, subterráneamente la cultura también realizó todos los intentos de seguir creando en situaciones límites o de clandestinidad, incluso llegando a quemarse libros para autoprotegerse de las persecuciones arbitrarias e injustas.

Por ello, es esencial que entremos en una etapa moderna y superadora de la política argentina, que pongamos de una vez por todas a la cultura en primera plana porque eso nos va a llevar a conformar un estado social de derecho y también a generar canales para el desarrollo de la esencia individual de cada sujeto, a respetar lo que es su naturaleza. Para eso, hay que estudiarlo y comprender profundamente su psique. El hombre por naturaleza, es un ser social, fluye y se desenvuelve en el mundo circundante pretendiendo encontrar su lugar, y no solo en un sentido territorial sino vocacional, derivado del autoestima. Aquí es donde el estado tiene que trabajar desde la cultura, las artes, los deportes, aquí es donde debe romper con el círculo vicioso de la pobreza y la marginalidad.

En este momento, donde venimos de buscar un cambio en las últimas elecciones presidenciales y nos movilizamos para ello, es momento de tener en cuenta estas cuestiones para empezar a construir una democracia de verdad, representativa de las necesidades de la gente.

Que sea el momento del cambio, que lo empecemos a construir entre todos. En estos 40 años desde el inicio del último golpe hemos dado algunos pasos, vayamos ahora por la consolidación de la democracia. Se trata de nuestros hijos, de nuestra patria, de nuestros compatriotas, se trata de una Argentina mejor.

(*) Diputado provincial del Frente Renovador.