14-01-2017

El bicentenario del cruce de los Andes

Por Eduardo Emanuel García Caffi (*) – Columna de la Agencia Telam

Se cumplen 200 años de una epopeya definitiva y definitoria para la historia argentina, sudamericana y mundial: el Cruce de los Andes, llevado adelante bajo la conducción del General José Francisco de San Martín, Padre de la Patria y Libertador de la Argentina, Chile y Perú.


Eduardo Emanuel García CaffiEn este primer tramo del siglo XXI nos ha tocado a los argentinos el inmenso honor de conmemorar una serie de bicentenarios que han sido centrales en la vida fundacional de la Patria en la que hoy vivimos. Hace siete años hemos evocado el de la Revolución del 25 de Mayo de 1810, piedra angular del proceso emancipador que culminaría con la declaración de la independencia el 9 de julio de 1816, suceso trascendente cuyos doscientos años fueron recordados, con gran espíritu cívico, el año pasado.

Apenas iniciado 2017, estamos próximos a cumplir el bicentenario de una epopeya definitiva y definitoria para la historia Argentina, sudamericana y mundial: el cruce de los Andes, llevado adelante bajo la conducción del general José Francisco de San Martín, padre de la patria y libertador de la Argentina, Chile y Perú.

El cruce, sin lugar a dudas, fue un hecho trascendental, pero lo cierto es que, para entenderlo más adecuadamente, hay que considerarlo como el engranaje central de una maquinaria más compleja.

Corresponde afirmar, en este sentido, que el cruce de los Andes fue el instrumento táctico del que se valió el General San Martín para concretar los primeros tramos de su plan continental, una acción estratégica puesta al servicio de un objetivo superior: salvaguardar la Independencia Argentina, obtener las de Chile y Perú y garantizar la emancipación sudamericana, esto es, la libertad para medio continente.

Declarada la Independencia Argentina – en rigor, «de las Provincias Unidas en Sudamérica», el 9 de julio de 1816-, decisión política y jurídica en la que San Martín tuvo un papel insistente y relevante; las fuerzas libertadoras ya podían cruzar los Andes, no como un «grupo rebelde alzado en armas», sino como el ejército de una nación soberana que había roto vínculos con Fernando VII, el rey de España restablecido en su trono luego de la derrota definitiva de la Francia napoleónica.

La lucha encarnizada que ya venía librándose desde 1810, y que cobró impulso a partir de la decisión adoptada por el congreso de Tucumán en 1816, era entre dos concepciones diametralmente opuestas: por un lado, la absolutista, que insistía en mantener inalterable un mundo de súbditos obedientes y conformistas; por otro, la del poder limitado, que promovía la existencia de ciudadanos libres, formados en la cultura, las artes, las ciencias y la búsqueda del saber. San Martín consideraba que la columna central del despotismo era la ignorancia y que ésta debía ser vencida primero por el ejército libertador y luego, por los libros.

La hazaña se desarrolló en un contexto muy difícil. En Europa, vencido Napoleón Bonaparte, se había reimplantado el absolutismo en casi todo el continente. Todos los focos revolucionarios de Sudamérica habían caído, sólo el nuestro permanecía en pie. Fernando VII, decidido a ejercer su poder con decisión y como si nada hubiese cambiado, pretendía terminar con la «insurrección» y volver a sojuzgar a estas tierras por medio del yugo absolutista. El haberse animado, San Martín, sus hombres y los pueblos de medio continente a continuar adelante con la lucha; habla de su voluntad por mantener en vigencia «el grito sagrado» de la libertad desde ese momento y para siempre. La posibilidad de retroceder, o de capitular, no se hallaba ni en el espíritu de San Martín, ni en el de sus hombres.

El cruce, como ya quedó expresado con anterioridad, formaba parte de un esquema libertador integral: el plan continental, que tenía los siguientes objetivos:

1. Crear y organizar un ejército en Cuyo y desplegar espías a lo largo de la Cordillera de los Andes con vistas a obtener información de inteligencia propia y confundir al enemigo realista (guerra de zapa). Esto ocurrió entre 1814 y 1817.

2. Cruzar los Andes, liberar Chile y proclamar su independencia definitiva. Mientras tanto, Martín Miguel de Güemes y sus gauchos hostigarían a las fuerzas realistas en el que fuera teatro de operaciones natural del Ejército del Norte: el Alto Perú. Esto ocurrió entre 1817 y 1818.

3. En una operación anfibia, desembarcar en Perú con el objeto de ocupar Lima, liberar al país y declararlo independiente. Esto ocurrió entre 1818 y 1821.

4. La parte del plan que no se pudo cumplir: el Ejército del Norte confluiría desde el Alto Perú, en maniobra de pinzas sobre Lima, en auxilio del ejército libertador comandando por San Martín. La razón: en 1820 imperaba la anarquía en las Provincias Unidas del Río de la Plata, por tanto no había ejércitos operativos que siguieran órdenes precisas para concurrir en auxilio del ejército libertador unido argentino-chileno.

San Martín será designado comandante con rango de Capitán General del Ejército de los Andes (luego, ya cruzada la cadena montañosa e independizado el país hermano, ejército libertador argentino-chileno), el más importante del escalafón militar argentino.

El equipaje personal de San Martín era escaso, a excepción de una serie de baúles destinados al traslado de su preciada colección de alrededor de 800 libros. El Padre de la Patria, de esta manera, trasmitía un mensaje de una enorme potencia: «La biblioteca es destinada a la ilustración universal y más poderosa que nuestros ejércitos para sostener la independencia».

Cientos de espías fueron desplegados a lo largo de la Cordillera de los Andes con un triple objetivo: 1) llevar información precisa al general San Martín de lo que ocurría del lado chileno; 2) sembrar rumores falsos sobre lo acontecido en el lado argentino para que los realistas no supiesen por dónde llegarían nuestras fuerzas y 3) minimizar bajas tanto patriotas como realistas, haciendo la guerra lo menos cruenta posible.

A este proceso se lo llamó «guerra de zapa»: tácticas para desorientar al enemigo con informaciones falsas y estrategias de espionaje; a la vez que se procuraba contar con información fidedigna sobre lo acontecido en las filas enemigas.

Los comerciantes mendocinos proveyeron la sarga, de colores blanco y celeste, con la cual varias damas confeccionaron el estandarte que las fuerzas de la libertad llevarían durante la campaña. La poca ayuda que pudo conseguir San Martín desde Buenos Aires, debido, en gran medida, a la severa crisis económica por la que atravesaban las Provincias Unidas del Río de la Plata, la obtuvo gracias a los buenos oficios del Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón.

Entre las dificultades que debió afrontar el Ejército que cruzó los Andes, pueden destacarse: los soldados tuvieron que soportar grandes cambios de clima, la sensación térmica agudizada con la altura; un sol muy fuerte de día, con temperaturas que llegaban más de 30 grados; durante la noche el viento helado, con mínimas de 10 grados bajo cero, que podía llevar al congelamiento; una altura promedio de 3000 metros, lo que provocó en muchos hombres fuertes dolores de cabeza, vómitos, fatiga e irritación pulmonar; etcétera.

San Martín encontró una solución práctica para alimentar a sus soldados: una comida popular típica de Cuyo llamada «charquicán», un alimento basado en carne secada al sol, tostada y molida, condimentada con grasa y ají picante. Era un alimento fácil de transportar prensado y se preparaba agregándole agua caliente y harina de maíz. El agua se transportaba en cuernos de vaca para fabricar recipientes individuales para cada soldado. Según algunas tradiciones, algunos llevaban más de un cuerno, uno con agua y otro con aguardiente o vino para combatir el frío.

Estos números nos permiten dimensionar la magnitud de la hazaña: 4.000 integrantes del Ejército Libertador más 2.000 milicianos, cerca de 9.000 mulas y 1.600 caballos, 5.000 fusiles, más de 1.000 sables y más de un millón y medio de cartuchos para fusil; para mencionar algunas cifras a modo de ejemplo. Se utilizaron seis pasos para el Cruce, con jefes específicos y misiones puntuales. Fue tan importante la campaña sanmartiniana que, aún hoy, es estudiada en las principales escuelas de guerra del mundo.

El Ejército de los Andes partió de Mendoza el 12 de enero 1817 y llegó a Chile el 5 de febrero del mismo año. La expedición del Cruce demandó veinticinco días. Siete días después tendría lugar el primer triunfo resonante de los patriotas argentinos y chilenos en Chacabuco, el 12 de febrero del mismo año; lo que llevaría a un entusiasta San Martín a dejar estas palabras para una de las páginas más significativas de nuestra historia: «Al Ejército de los Andes queda para siempre la gloria de decir: en veinticuatro días hemos hecho la campaña; pasamos la cordillera más elevada del globo, concluimos con los tiranos y dimos libertad a Chile.»

Al llegar hoy a 2017, año del bicentenario del cruce de los Andes y de la batalla de Chacabuco, quiero rendir homenaje al general San Martín y sus hombres por sus sacrificios, por su valor y por su amor ardoroso por la libertad y la independencia. De no haber logrado su hazaña, quizás hoy no existiríamos como Argentina y nadie tendría la responsabilidad de evocar este hecho fundamental de nuestra historia, que merece y debe ser recordado con agradecimiento profundo y sincero.

(*) Presidente de Instituto Nacional Sanmartiniano.