19-12-2015

Dólar: el corazón de las expectativas

Por Martín Tetaz (*) – Columna de Perfil.com

DólaresMartín TetazEn el viejo experimento del fisiólogo ruso Ivan Pavlov, se hacía sonar una campana de manera sistemática cada vez que el perro recibía un pedazo de carne. Eventualmente, cuando el reflejo ya estaba condicionado, bastaba con el sonido del cencerro para que al can se le hiciera agua la boca.

En Argentina, algo similar ocurre con el precio del dólar. Esta es una historia que empezó en 1952, cuando se acabaron los dólares baratos y el gobierno comenzó a racionarlos, generando escasez y mercado negro al mismo tiempo; para julio de 1955, el dólar oficial costaba $ 6 y el paralelo $ 30. La unificación cambiaria llegó recién en 1959, pero fue tan brutal que por primera vez la economía tuvo más de 100% de inflación. Desde entonces casi ningún gobierno pudo resistirse a la tentación de la plata dulce, del dólar barato. En todas las oportunidades tarde o temprano las divisas encuentran su precio de equilibrio, pero siempre que el mercado está reprimido la acomodación es traumática, y esto explica la principal diferencia entre las devaluaciones de los países latinoamericanos en los últimos 12 meses y la que está ocurriendo en nuestro país.

En la medida en que el mercado es más o menos transparente y el precio de la moneda extranjera refleja su escasez, como ocurre con cualquier otro bien o servicio, los cambios en la cotización de los distintos billetes no generan presiones inflacionarias ni destruyen la confianza.

Los trabajadores chilenos, por ejemplo, comprenden perfectamente que cuando su principal producto de exportación, el cobre, sube en los mercados internacionales, hay más ingreso de dólares en la economía y su precio baja, del mismo modo en que cuando caen los precios de las commodities ello implica menos disponibilidad de divisas, presionando el dólar al alza.

Pero en Argentina el comportamiento es esquizofrénico. En algunas oportunidades, como ocurrió en la crisis financiera internacional de 2009, el Banco Central permite que el dólar se acomode de manera natural a las nuevas condiciones y entonces la economía recupera rápidamente el crecimiento y no hay ningún impacto inflacionario. Entre septiembre de 2008 y el mismo mes de 2009 el dólar aumentó 26%, y sin embargo los precios que venían corriendo al 24% anual, en vez de acelerarse se frenaron y la inflación cayó al 12%, la tasa de crecimiento de los precios más baja desde 2007 a la fecha. Ahí Argentina se comportaba exactamente igual que el resto de los países latinoamericanos ahora; hubo una fuerte devaluación y no hubo más inflación

En el último año, en cambio, los precios de la soja se desplomaron prácticamente 40% y nuestros principales socios comerciales devaluaron fuertemente sus monedas, pero el Banco Central no permitió que el precio del dólar mostrara su mayor escasez. De hecho, con una inflación acumulada del 60% desde enero de 2014, el billete verde sólo aumentó 20%, lo que en términos reales quiere decir que se abarató en relación con todos los demás bienes de la economía. En otras palabras, en momentos en que la capacidad de generación de divisas caía de manera espectacular, el mensaje del Banco Central era que había dólares para tirar para arriba.

Entonces no es que la idiosincrasia de los argentinos sea diferente a la de los brasileños, los colombianos o los peruanos, ni tampoco es cierto que aquí se formen los precios de manera diferente a como se establecen en los países vecinos. La diferencia es que acá hubo represión de precios y en el resto del mundo no.

Expectativas; anticipación y sorpresa. Como la gente no tiene por qué comprender cómo funciona el sistema de precios ni las razones que determinan la sostenibilidad del balance de pagos, se forman expectativas a partir de la experiencia. Si combinamos eso con gobiernos que promueven el atraso cambiario hasta el extremo de sus posibilidades, se observa una correlación casi perfecta entre el tipo de cambio y las crisis; el dólar planchado coincide con la estabilidad económica, los precios más controlados y el crecimiento, mientras que los saltos bruscos en la cotización de la moneda extranjera quedan asociados pavlovianamente a las crisis y los picos inflacionarios.

Basta ver el Indice de Confianza del Consumidor (ICC) que publica la Universidad Di Tella desde marzo de 2001.

Las devaluaciones de 2002, 2009 y 2014 desplomaron la confianza. Lo mismo ocurrió con la imposición del cepo en noviembre de 2011. La estabilización posterior del dólar permitió el rebote de las expectativas, en agosto de 2002, septiembre de 2009 y marzo de 2014.

Por esta razón es que, de confirmarse en las próximas semanas la estabilización del nuevo dólar libre en torno a los $ 14, habrá un shock de confianza que puede acelerar la recuperación y sorprender incluso a los más optimistas, que recién esperaban crecimiento a partir del segundo semestre del año próximo. Si mi lectura es correcta, la economía podría estar creciendo en marzo.

También puede haber sorpresa en los precios, que son la gran preocupación de todos, porque estamos en presencia de la devaluación más anticipada de la historia, a punto tal que buena parte de los precios de los bienes afectados por el dólar, como la carne, las harinas, los aceites y los remedios, ya ajustaron en los días previos bajo la expectativa de un dólar que muchos veían en $15 o 16 pesos.

En ese contexto, el único impacto sobre los precios vendrá por el efecto sorpresa; los precios subirán sólo si el dólar se fuera en estos días por encima de los $15 que el mercado esperaba, pero tenderán a frenarse en la medida en que la cotización de la divisa norteamericana se consolide por debajo de las expectativas previas.

Con dólar libre, además, todas las expectativas de futuras devaluaciones ya están incluidas en el precio actual, por lo que deja de tener sentido mantener ahorros en dólares, toda vez que la tasa de interés garantice al menos la cobertura de la inflación. Si el mercado entiende esto, la fuerte suba en la demanda de pesos les pondría un freno monetario adicional a los precios y al mismo tiempo bajaría el impacto inflacionario de la emisión de pesos destinada a financiar el déficit fiscal.

Contra todo pronóstico, la estabilización temprana del dólar libre en valores más bajos que los esperados, vía un shock de expectativas, puede poner al país en la senda del crecimiento antes de lo esperado y frenar los precios al mismo tiempo.

(*) Economista. Autor de CasualMente.