Por Laurana Malacalza (*)
El Día Internacional de la Mujer ha sido un acontecimiento ampliamente discutido. La discusión refiere a si, tal como lo ha sostenido la historiográfica mas difundida, se conmemora el incendio en una fábrica textil de New York en la que murieron más de un centenar de mujeres. O la manifestación espontánea de las trabajadoras del sector textil de la ciudad de New York en la que protestaban por los bajos salarios y las condiciones de trabajo.
Otros estudios, sostienen que el Día de la Mujer se celebra cada 8 de marzo a partir de la propuesta de la líder del movimiento alemán de mujeres socialistas de reivindicar el sufragio feminista.
Finalmente están quienes plantean que la elección del 8 de marzo se debe a que en ese mismo día las mujeres rusas se amotinaron por la falta de alimentos dando así origen al proceso revolucionario de la Rusia zarista.
Sea cual fuere el acontecimiento que explica la elección de esta fecha, cierto es que estas discusiones coinciden en que el origen de la celebración ha sido la demanda de las mujeres por mejorar sus condiciones de vida y el acceso al reconocimiento de nuevos derechos.
Durante todo el siglo XX, la agenda por la reivindicación de derechos para las mujeres se ha ampliado al ámbito de la salud sexual y reproductiva, la participación política y sindical, la visibilidad de las violencias que sufrimos las mujeres tanto en el ámbito familiar como en el ámbito público.
En esto últimos años, las reformas legislativas y las definiciones de políticas publicas dirigidas a la lucha contra la trata de personas, las violencia contra las mujeres, los derechos relacionados con la salud sexual y reproductiva, las reformas en el sistema previsional y de reconocimiento del trabajo domestico, son parte de una ampliación de derechos de las mujeres que se entrelazan con los reclamos aún pendientes.
El aumento de la participación de las mujeres en las actividades económicas. La necesidad de mejorar las condiciones de trabajo, de ampliar la participación en otras actividades laborales que no sean las históricamente ocupadas por mujeres. De equiparar las condiciones salariales con la de los varones y aumentar las oportunidades para acceder a mayores calificaciones laborales. De fortalecer las áreas gubernamentales destinadas a las políticas de equidad de género y aquellos espacios a los que las mujeres maltratadas puedan acudir para brindar respuestas efectivas en materia de acceso a la justicia. De dar paso a la discusión pública y legislativa sobre el aborto, son parte de una lucha que aún siguen dando los movimientos de mujeres y las organizaciones sociales.
Esta lucha es la que nos convoca originariamente cada 8 de marzo y renueva ese pacto histórico con aquellas mujeres que hicieron de sus condiciones de vida un emblema político.
(*) Licenciada en Historia. Coordinadora del Observatorio de Violencia de Género de la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires.