02-06-2015

Campaña sucia (y mojada) en La Plata

Por José Luis Picón (*)

José Luis PicónAlgunos años -varios, en realidad- cubriendo periodísticamente campañas electorales, hicieron que mi capacidad de asombro tuviese cada vez límites más laxos. He visto locales quemados, roturas y robos de pasacalles y afanos industriales de boletas en los lugares de votación, entre otras trapisondas típicas que indignan pero no sorprenden.

Un viejo filósofo de la TV vernácula decía que el ingenio popular no descansa. Y por lo que me tocó observar el domingo en Parque Saavedra, algunos no se tomaron franco en su afán por perjudicar competidores.

La cuestión es que la rambla de 68 se ha transformado en una apetecible vidriera para promocionar candidatos. Allí suelen instalarse coloridos carteles y pasacalles terrestres con los nombres y filiación política de quienes aspiran a conducir los destinos de la Ciudad.

Mesitas ocupadas por militantes coadyuvan a esa instalación pública desde donde se reparten volantes con algunas propuestas de campaña. Todos aprovechan, en rigor, la fuerte exposición que ofrece la feria artesanal, muy concurrida los fines de semana en los que el tiempo acompaña.

Por ahí andaba un servidor cuando noté un hecho indignante. Una falta de respeto total, un atentado indecoroso a la convivencia política en estos tiempos en que la actividad proselitista debiera haber aprobado la siempre árida y extenuante materia del respeto al prójimo.

Acariciada por una leve brisa, se ondulaba acompasada una cartelería del candidato a intendente Sergio Panella. Dos estacas firmes la sujetaban, emulando, acaso, la férrea decisión del dirigente radical de ir por la Intendencia.

Ubicado en el extremo de la ramba de 68 y 14, el cartel suponía una vista ineludible. Una suerte de marquesina de cabotaje, carente de luces de neón, pero ubicada en un sitio estratégico. Dirigir la mirada hacia allí era una cuestión mecánica. Una fuerza casi sobrenatural compelía a detenerse al menos para relojearla.

Hasta ahí todo bien. Un candidato exponiendo sus intenciones, mostrando su rostro y buscando hacerse conocido entre sus conciudadanos. Observaba el vaivén del cartel cuando noté un movimiento sigiloso en la vereda de enfrente. Un preparativo sospechoso, augurio de un mal presagio.

Apenas giré la cabeza los ví. Eran cuatro y de repente aceleraron para cruzar la calle. Lo hicieron casi en el aire, como impulsados por una fuerza superior. Se acercaron al cartel y con una sincronización digna de algún lanzamiento de la NASA, pusieron manos a la obra.

Uno por vez, como si les hubieran dado turno para cometer su fechoría, se fueron arrimando a un extremo del pasacalle. La maldad estaba dibujada en sus rostros. Uno era negro, peludo y alto. Otro blanco, más petiso pero morrudo. Y los otros dos, una mezcla indescifrable de tonalidades. Ahora me entra lo sospecha de que estaban camuflados para evitar que los reconocieran.

Actuaron rápido, a la vista de todos. Hicieron lo que tenían que hacer y se fueron. El negro fue primero. Levantó la pata y descargó su furiosa orina sobre el cartel. El blanco disparó a continuación. Y los otros dos parece que venían con las alforjas cargadas: fueron lo que más se detuvieron en regar el pasacalle.

Un par de transeúntes se percataron de la situación. A unos metros, yo miraba atónito el atentado perruno. Una pareja empezó a correr a los sabuesos, pero fue en vano: se perdieron enseguida en la parte cerrada del parque donde hay algunas dependencias de ABSA. “Fuiiira, colchón de pulgas”, gritaron como para descargar la bronca por no haberlos alcanzado.

“Yo conozco a uno de ellos, una vez lo ví con Garro”, acusó una señora de boina blanca. Hay que poner las cosas en su lugar: Garro es contrincante de Panella en la interna de la coalición que armaron el PRO, la UCR y la Coalición Cívica.

Otro señor que andaba por ahí metió un bocadillo. “Al blanquito lo tengo visto de otro lado. Ese perro no es del PRO, no ven que es un mestizo”, disparó con algo de lógica.

Lamentablemente ni el celular tenía a mano para fotografiar a esos canes militantes, jauría endemoniada de arruinadores de propaganda política ajena. “A estos los arreglaron con dos huesos”, fue la indignada reflexión de una señora mayor que, por lo visto, ya le entregó su corazón a Panella.

(*) Periodista. Columnista político del diario El Día de La Plata.