23-11-2014

Refrescante mirada sobre educación sexual, abuso y violencia de género

«Sin vueltas», un libro infantil que abre a los niños y adolescentes a la sexualidad. Una visión renovada de la mano de una licenciada en Ciencias de la Educación y un antropólogo.

Sin vueltasEn su libro «Sin vueltas», Silvia Hurrell y Marcelo Zelarallán instalan una mirada que no se reduce al abordaje tradicional centrado en las relaciones sexuales, el embarazo o el parto y apunta a inculcar la valoración de la diversidad sexual en chicos de seis años en adelante, así como orientarlos frente a una situación de abuso o violencia de género.

Un antropólogo y una licenciada en Ciencias de la Educación unieron sus miradas para escribir este texto dirigido a niños que presenta a la sexualidad como un proceso dinámico que admite una multiplicidad de concepciones y muta según las diferentes etapas de la vida.

«Sin vueltas», publicado por Sudamericana, avanza sobre los cambios hormonales y emocionales que tienen lugar en ciertas instancias – como la llegada de la adolescencia o el enamoramiento- y pone el acento en el autoconocimiento y la exploración del cuerpo: texto y gráfica invitan a reconocer los genitales con la ayuda de un espejo, a relacionarse naturalmente con aquellas zonas ligadas a la sexualidad.

Aunque no tiene un afán disruptivo, el libro se alinea con una corriente reflejada también en la literatura infantil que ha reformulado los modos de vinculación con la realidad y ofrece historias que sobrevuelan cuestiones como la muerte, los duelos o el sexo, incluso a través de variantes patológicas como el abuso sexual.

«Nuestro cuerpo forma parte de lo que somos y cuánto más nos conocemos, establecemos relaciones saludables con el entorno. Ocultar la sexualidad es negar una parte constitutiva del ser humano – señala Hurrel-. Conocer los órganos genitales externos, saber cómo son, cómo se llaman, no significa sólo saber más de anatomí­a sino también reconocernos como seres sexuados, con todo el significado afectivo y social que implica».

En «Sin vueltas» se tratan cuestiones como la masturbación y las poluciones nocturnas, aunque lo más notable no es la inclusión de estas cuestiones sino las particularidades del abordaje: la masturbación, por ejemplo, aparece naturalizada y presentada como una práctica necesaria o saludable, fuera de los antiguos enfoques que tení­an un sesgo punitivo.

¿Esta mirada tiene un correlato con la manera en que circulan socialmente hoy estas prácticas tanto en las aulas como en las estructuras familiares? «Hemos vivido mucho tiempo con la sensación de que de ciertas cosas no se puede hablar. El placer por siglos fue pecado, y ciertos actos como la masturbación han sido condenados. Hoy en dí­a, aunque sepamos que no hay nada de malo en esas prácticas, la sensación de ‘eso no está bien’ todaví­a nos persigue», sostiene Hurrell.

Los chicos hoy conocen antes y mejor cuestiones ligadas al sexo: tienen un acceso «precoz» a temáticas de esta í­ndole y suelen sorprender a padres y maestros con interrogantes especí­ficos y una demanda que no se conforma con respuestas elusivas o incompletas, aunque estas transformaciones no necesariamente impliquen algún tipo de incidencia sobre la disminución de la edad del debut sexual o la prevención de embarazos indeseados.

«Muchas personas piensan que si les hablamos a los chicos de relaciones sexuales, estamos promoviendo la iniciación sexual temprana, como si el hecho de hablar de estas cosas les despertara las ganas de hacerlo. Por el contrario, cuánto más preparación y conocimientos hay sobre estas cuestiones, más posibilidades tienen de elegir, con responsabilidad y cuidado, cuándo será el momento propicio para el inicio de sus relaciones», analiza Zelarallán.

«Si bien hoy se puede acceder más fácil a contenidos sexuales a través de los medios de comunicación o de Internet esto no significa que los chicos puedan posicionarse de una manera crí­tica frente a esos contenidos – acota Hurell-. Se necesita de personas adultas para ayudar a dar sentido a los contenidos sexuales».

Marginada durante décadas de la agenda escolar, la educación sexual se instala lentamente – a veces incluso por carriles informales- en las aulas acaso porque la escuela ya no se posiciona en un lugar de saber excluyente como ocurrí­a antes y debe dar lugar a inquietudes surgidas en otros canales, como los medios y las redes sociales.

«Para la escuela, la sexualidad por mucho tiempo fue un tema tabú, o cuando se la abordaba se lo hací­a desde un modelo ´biologicista´, teñido de fuertes cuestiones morales. En nuestro paí­s, ha tenido que sancionarse una ley (la 26150/06) para que se tome como un tema curricular, como algo que oficialmente debe ser enseñado en la escuela», explica Hurrell.

«Hoy en dí­a, las instituciones educativas están haciendo un aprendizaje profundo para poder hacerse cargo de estos temas. Y tienen que convivir (no competir) con otros canales como las tecnologías como pasa no sólo con este tema sino con todos los contenidos escolares», indica.

«Y en este punto es importante el rol de las personas adultas, los docentes, que son personas significativas a los que muchos alumnos recurren cuando lo necesitan. Por eso, tener docentes que puedan escuchar y hablar sobre estos temas es muy importante», acota.

¿En qué medida los chicos moldean su sexualidad a través de los silencios que se establecen en aquellas familias que tienen dificultades para dialogar sobre estos temas? «Con el silencio también enseñamos, enseñamos que de la sexualidad no hay que hablar, que ‘de eso no se habla'», asegura Zelarallán.

«Cuando las familias silenciamos la sexualidad estamos fomentando no sólo desconocimiento sobre ciertas cuestiones, sino también dejando entrever que hay algo peligroso, malo o pecaminoso detrás. Y eso no es sano, nos hace sentir culpables y solos frente a las emociones, sensaciones y sentimientos que naturalmente experimentamos», indica.

Hurrell y Zelarallán coinciden que la información sexual en el contexto familiar debe ser precisa y acorde a las demandas del niño o adolescente: no debe faltar comunicación pero tampoco sobreabundar en detalles aleatorios de la biografía paterna o materna.

«Hablar tampoco significa que ante una curiosidad o pregunta infantil desarrollemos toda una tesis sobre sexualidad, o les contemos nuestras experiencias í­ntimas, sino más bien significa atender a las inquietudes infantiles y responder hasta dónde ellas o ellos necesitan saber», sostiene el antropólogo.

«Cada edad es diferente, no tenemos por qué avanzar más allá de lo que es significativo para cada etapa de la vida. Es importante conversar repreguntando, para ir viendo por dónde va la curiosidad, hasta dónde llega esa consulta. Y fundamentalmente que los chicos y las chicas sepan que pueden contar con sus familias para hablar de estos temas», agrega Hurrell.

¿Cómo pueden convivir en un mismo escenario fenómenos antagónicos como la presencia recurrente de imágenes con impronta sexual en los medios y la circulación de discursos que evidencian una mirada reprimida o pacata hacia el sexo?

La Ley de Educación Sexual Integral es un gran paso porque implica que como sociedad hemos decidido sacar a la sexualidad del territorio seguro de lo oculto y empezamos a hablar claramente de ella», coinciden los autores.

«La escuela tiene una función fundamental: educar personas inteligentes, crí­ticas, que reconozcan y cuestionen a la sociedad de consumo cuando, por ejemplo, se les está queriendo «vender» un único modelo de belleza, cuando se «cosifica» el cuerpo como si fuera una mercancí­a más, o cuando se promueve la familia nuclear como si fuera la única forma de organización familiar legí­tima», concluyen.