14-11-2017

No sé dónde queda Corea del Centro

Por María O’Donnell (*) – Columna de Infobae

María OdonnellNo sé dónde queda Corea del Centro.

Que yo sepa, no queda en ningún lado.

Acá – en nuestro micro clima, el de los medios- nació como una ironía, con una carga de desprecio: los habitantes de Corea del Centro seríamos los «tibios» de este oficio, los que no gritamos lo suficiente contra el kirchnerismo (vaya uno a saber cuál sería la vara) y ahora «sobreactuamos» (me pierdo otra vez con la medida) nuestras críticas al gobierno de Mauricio Macri.

Antes de seguir, vale una aclaración metodológica: tomo la definición de Luis Majul que fue quien más teorizó al respecto en sus columnas y me asumo como parte de ese colectivo, aunque no existe registro formal de quiénes serían sus habitantes.

El concepto de Corea del Centro presupone que hay dos grupos de periodistas. Los «autorizados» a criticar al gobierno de Macri -porque fueron voces críticas de las presidencias de Néstor y de Cristina Kirchner- y los que deberían guardar un prudente silencio: los «cómplices». El universo de los cómplices es muy amplio. Abarca a cualquier periodista de redacción que haya trabajado alguna vez en un medio comprado durante el kirchernismo con fines políticos y dineros dudosos, y los que se sustentaron con la publicidad oficial a cambio de sostener una línea editorial afín al Gobierno o de propaganda.

Luego, a quienes sí tienen «autoridad moral» para ejercer el periodismo crítico en estos tiempos se les impone una tarea: tener siempre presente que nada -al menos hasta ahora- es equiparable a la corrupción del pasado reciente. Quien pierde esto último de vista, y cubre los Panama Papers (por poner un ejemplo) con más o igual fuerza que el despliegue destinado los problemas judiciales de familia Kirchner, De Vido, Boudou y compañía «exagera» su independencia. Sería el grupo de quienes «sobreactúan».

Por último, a Corea del Centro también le reprochan un excesivo «purismo» en las formas. La cobertura de la detención de Boudou es un buen ejemplo. Los primeros que señalamos el procedimiento, fruto del apuro del juez Ariel Lijo por salvar su pellejo después de años de inactividad en la investigación, fuimos hostigados en las redes. Con una lógica muy Corea del Centro, todo aquel que «defiende» a Boudou está del lado de los «chorros» (no vamos a entrar en sutilezas en 140 caracteres, tampoco en 280). Por suerte, el mundo real es más complejo, y tanto Carlos Pagni como Joaquín Morales Solá (no creo que nadie los considere coreacentristas) hicieron en días subsiguientes planteos similares.

La libertad de expresión y el macartismo no se llevan bien: estigmatizar al que piensa diferente, al que aporta un matiz o trabaja en un medio determinado no aporta nada a la calidad del debate público. Más bien lo achata, lo silencia, como advirtió Marcelo Longobardi (otro gran infiltrado) en un editorial en la radio al día siguiente de los Martín Fierro.

Si en algún lugar existe, Corea del Centro debe ser un país mejor que el nuestro para ejercer el periodismo.

(*) Periodista, conductora de Ronda de editores y 50 minutos.