08-10-2020

Esta vez, el debate vicepresidencial realmente importa

Por Kathleen Parker (*) – Columna de The Washington Post

Kathleen ParkerNunca antes en la historia de Estados Unidos, un debate vicepresidencial había sido tan crucialmente importante para el país. Rara vez también, lo que se juegan ambos candidatos había sido tan importante.

No solo el vicepresidente Mike Pence y la senadora Kamala D. Harris (demócrata por California) son tan diferentes como la noche y el día a nivel político, sino que también presentan un contraste demográfico ineludible entre dos Estados Unidos. Harris, de ascendencia jamaiquina e india, y Pence, posiblemente el hombre más blanco del país, traen diferentes experiencias de vida y representan lo que muchos ven como el futuro y el pasado.

De manera demográfica, así como política, parece que el futuro es femenino y de color. El pasado de Estados Unidos, como los encuestadores y expertos nunca se cansan de recordarnos, es blanco y masculino.

¿Deberían importar esas cosas? Obviamente, lo que más importa es el carácter, la inteligencia, la experiencia y las creencias, combinados con el temperamento y esas incalculables cualidades humanas que nos hemos perdido estos últimos cuatro años: empatía, sinceridad, calidez, sabiduría, seriedad de propósito, y, muy importante, humor. El burlarse de sí mismo, algo que hemos visto en presidentes desde hace varias generaciones atrás, es una señal no solo de confianza sino también de humildad. Donald Trump es el primer presidente que recuerdo que claramente no tiene idea de lo que estoy hablando.

Si bien se acostumbra evaluar si un vicepresidente tiene la capacidad de ser presidente si las circunstancias así lo demandaran, esa posibilidad es un asunto serio en esta ocasión. El candidato demócrata Joe Biden tiene 77 años y – aunque sea incómodo hablar al respecto- cada vez más muestra su edad, aunque luce saludable y lúcido la mayoría del tiempo. El número 80 cobra mucha importancia en cualquier cálculo presidencial. Trump tiene 74 años y, ¡ah!, en la actualidad está infectado con un virus mortal.

Por lo tanto, aparecen las preguntas apremiantes: ¿Considera Estados Unidos que Harris, quien abandonó temprano las elecciones primarias demócratas debido a su débil posición, está lista para ser presidenta del país en un momento de enorme incertidumbre y agitación? Su currículo, el cual incluye haber sido fiscal general de California y senadora de Estados Unidos, es bastante sólido. Irónicamente, su historial como fiscal, de varias maneras, se ve más conservador que la emisaria liberal del Black Lives Matter en la que se ha convertido. Sin embargo, la voluntad de los votantes es más compleja que una biografía política.

Para Pence, la prueba es diferente. ¿En qué se ha convertido después de fungir casi cuatro años como uno de los asesores y partidarios más cercanos de Trump, uno que, protegido por la Constitución, no podía ser despedido?

El vicepresidente tampoco se queda atrás en cuanto al currículo. Antes de unirse al equipo de Trump, fue gobernador de Indiana y miembro de la Cámara de Representantes durante seis períodos. Sin embargo, lo más probable es que la imagen que la mayoría de las personas evoquen de él en la actualidad sea la del centinela silencioso sobre el hombro del presidente. Pero es mucho más que eso. Newt Gingrich ha dicho que Pence es, después de Trump, una de las pocas personas con mayor influencia en las políticas del gobierno.

Cuando hace solo unos días Pence parecía destinado a asumir la presidencia (al menos de forma temporal) en el momento en el que Trump se enfermó de COVID-19, el país se vio repentinamente obligado a considerar cómo sería eso. Dada la manera cómo las cosas se han desarrollado estos últimos días, quizás pensaron que podrían acostumbrarse. El lunes 5 de octubre, en una de sus actuaciones más extrañas hasta la fecha (lo cual es mucho decir), Trump se mantuvo firme en el balcón de la Casa Blanca y sostuvo un saludo militar que pareció coreografiado por la máquina de propaganda de Kim Jong Un. ¿Esto qué significaba? ¿Que el comandante en jefe, recién llegado del hospital, se estaba reportando al servicio?

Durante el mismo ciclo noticioso, un maníaco Trump le aconsejó a los estadounidenses, de manera irresponsable y peligrosa, que no le tuvieran miedo al COVID-19.

Así que se puede excusar a los votantes por ver el debate del 7 de octubre e imaginarse un futuro diferente.

¿Está listo el país, si no ahora, quizás en 2024, para un presidente Pence? ¿Una presidenta Harris? Al menos existe una sólida oportunidad para que las personas puedan formarse una opinión tras sintonizar el evento. A diferencia del furioso e incoherente debate presidencial de la semana pasada, el cual fue de todo menos presidencial, se puede esperar que Pence y Harris discutan los temas como políticos normales. Puede ser que haya momentos tensos ocasionales, pero si existe un interés en ver las diferencias políticas entre las dos opciones, este es el debate que hay que ver.

Por ahora, parece que para una cantidad cada vez mayor de votantes, incluyendo los de los estados indecisos que, según las encuestas, se están decantando por los demócratas, un gobierno de Harris sería mejor que un segundo mandato de Trump. Sin embargo, si Trump logra repuntar, podría ser debido a Harris. Según mi propia lectura de los conservadores, muchos votarían felizmente por el conocido Biden pero temen la posible sucesión de Harris, quien creen haría girar al país hacia la izquierda de manera drástica. Un desempeño sólido y creíble de Harris este 7 de octubre podría disipar algunos de esos temores.

En 2020, Joe Biden y Donald Trump podrán ser los cabezas de cartel, pero queda claro que Kamala Harris y Mike Pence son mucho más que meros observadores.

(*) Escribe en The Washington Post una columna dos veces por semana sobre política y cultura. Recibió el premio Pulitzer de comentario en 2010.