08-10-2020

El círculo vicioso

Por Aníbal Urios (*) – Columna de Agenda Salta

Anibal UriosLos últimos 40 años de Argentina, las decisiones electorales y hacia dónde vamos.


Como en todo círculo, dando la vuelta es difícil salir. El círculo vicioso remite a esa encrucijada en la que puede caer el ser humano cuando se encuentra en una especie de callejón sin salida, es decir, un círculo en el que todo conduce a lo mismo.

Esta pandemia no solo ha puesto patas arriba la economía, sino que puso de manifiesto problemas estructurales de larga data. Hoy, la Argentina está atravesando una de las peores situaciones de la historia, producto de la inteligencia de su dirigencia, 40 años de malas decisiones (me remito a los números del ministro Guzmán, donde nos dice lo siguiente: “uno de cada dos niños de nuestro país está en situación de pobreza”).

En la década del ‘80 solo el 6% en la Argentina era pobre, es decir el 44% restante de pobres lo provocó una generación de dirigentes (políticos, sindicales, empresariales, judiciales, religiosos, etc.): “cuando sos parte del problema, nunca podés ser la solución”. Insistir con las mismas ideas, con las mismas formas, los mismos dirigentes, nos depositó en la situación actual. Buscar recetas del pasado para resolver problemas del futuro es una locura. Hoy la Argentina es inexplicable.

La generación de los “echa culpas”. Me tomo el atrevimiento de catalogarlos de esta manera, como forma de resumir su forma de proceder, de desligarse de los errores y poder estar vigentes para un próximo capítulo. Este círculo vicioso se completa en las elecciones donde se vota para impedir “que gane el que no quiero”.

Esta forma de gobernar y de elegir nos trajo gravísimos problemas, y los estamos pagando caro. La caída de la imagen del Presidente pone en alerta a un sector en la búsqueda necesaria del enemigo, para poder responsabilizar de la situación actual y poder continuar con el círculo. Ojo, no sea que al no encontrarlo le echen la culpa a él.

Hoy es evidente la pérdida de confianza hacia la figura del Presidente, donde la opinión pública lo traduce en la frase “¿está capacitado para gobernar?”. Igualmente, este no sería un problema, porque los últimos presidentes no fueron elegidos por sus planes de gobierno o plataformas electorales, sino por el odio hacia el otro.

Hoy no nos debe extrañar el desinterés, la incoherencia o la falta de respeto (Ameri), porque esos atributos no se juzgan en las urnas, solo pensamos en el mal mayor (así lo expresa Aníbal Fernández (“Es preferible un diputado desubicado y calentón que una diputada mala leche, que arma operetas con narcotraficantes en el líving de su casa”). Entonces, las preguntas deberían ser: ¿Hay una alternativa a dónde ir? ¿Habrá una nueva generación con ideas distintas? ¿Cómo construimos un país donde los jóvenes no se quieren ir?

Puedo afirmar que no hay un lugar en el mundo que haya retrocedido tanto en estos últimos 40 años como la Argentina. Sin embargo, si la Argentina quiere terminar con la Corrupción, la mentira, la pobreza y ¡la culpa lo va a hacer!… aclaro: “no es que tienen que cambiar LOS políticos… sino que hay que cambiar DE políticos”.

Ya lo dijo Alberto: “Uno de los grandes problemas de la política Argentina es entender cuando el tiempo ha pasado para uno”, mensaje que debería retumbar en los oídos de la generación mencionada.

Hoy la opinión pública pide a gritos “claridad y transparencia”, dos palabras muy extrañas para muchos de estos “genios”. En definitiva, es muy difícil entender (y ver) lo que sucede desde la comodidad de Puerto Madero.

(*) Director DyC consultores.