18-07-2013

Caminar por la hojarasca

Por Ricardo Salas (*)

Ricardo SalasEn buena medida, mientras la sociedad de la provincia de Buenos Aires contempla azorada la hojarasca de un año con característica electoral, existe una agenda de problemas irresueltos del ciudadano común donde sobresale en primer lugar la estructural crisis de inseguridad, los dilemas de la economía hogareña y, en el caso puntual de Bahía Blanca, ahora se volvieron a incorporar los reclamos por la calidad del agua.

Ese último tema se coló en el microclima político de La Plata, después de la poco feliz intervención del presidente de ABSA, Guillermo Scarcella, cuando dijo que la empresa estatal no tiene capacidad para dar una respuesta «inmediata» a ese reclamo, pero que los problemas quedarán resueltos en 2 años, con la reconversión de la planta potabilizadora Patagonia.

Sobre esta coyuntura, muchas de las respuestas políticas son electorales. Y algunos anuncios ministeriales, por supuesto, también.

Ahora el gobierno provincial anunció, por ejemplo, la reasignación de recursos (80 millones de pesos) para proveer de materiales a casi 8 mil hogares que sufrieron daños como consecuencia de la inundación del 2 de abril pasado en La Plata. Producto de aquel trágico temporal, más de medio centenar de personas resultaron fallecidas y la mitad de la ciudad quedó virtualmente sumergida bajo el agua.

«Hoy la prioridad es trabajar de manera conjunta entre Nación, Provincia y Municipios, y con una Legislatura activa, para avanzar en iniciativas fundamentales como la ley de endeudamiento para la realización de obras hídricas en la región capital», dice la ministra de Gobierno, Cristina Alvarez Rodríguez.

Hasta las elecciones primarias de agosto –y luego hasta los comicios generales de renovación legislativa del 27 de octubre–, el clima político será nutrido en materia de anuncios electoralistas.

En esa parada electoral la Casa Rosada, al igual que el gobernador Daniel Scioli, pretenden sumar nuevos senadores y diputados por el Frente para la Victoria que, en el mejor de los casos, acompañen el proceso de «cambios concretos» impulsados por el modelo kirchnerista.

En ese esquema, Scioli sabe que tiene que jugar a fondo. Concretar gestos de sciolismo K, más por una cuestión de necesidad política –fortalecer la gobernabilidad en la Provincia– que por convicción ideológica.

Por eso, y como nunca antes, el gobernador radicalizó su discurso y empezó a defender a ultranza el modelo kirchnerista.

Después de fuertes controversias entre la Casa Rosada y la gobernación platense, dejadas provisoriamente de lado por el dinamismo proselitista, y aun cuando existen «dolidos» no sólo dentro del campamento del sciolismo sino también «actores protagónicos» del kirchnerismo puro tras el cierre definitivo de las listas de candidatos seccionales ante la Junta Electoral bonaerense, el gobernador ya dejó en claro que será una suerte de «jefe de campaña» del primer candidato en la boleta de diputados nacionales por la Provincia, Martín Insaurralde.

El primer mensaje de fidelidad kirchnerista fue cuando utilizó como parábola «se está o no se está», como señal de absoluto apoyo al modelo que dirige la presidenta y «gran electora» de la campaña oficialista, Cristina Fernández de Kirchner.

Horas después, Scioli utilizó un refrán popular durante otro acto proselitista, pero en La Plata. «Como dice el paisano, no hay que cambiar de caballo en medio del río». De ese modo, sugirió sutilmente lo contraproducente que puede llegar a ser intentar un cambio de montura en medio del río.

En rigor, ambas recomendaciones públicas también tendrían como destinatario a Sergio Massa, por haber decidido alejarse del kirchnerismo ortodoxo para competir electoralmente como candidato a diputado nacional por el Frente Renovador. Básicamente, el intendente de Tigre busca ir por ese «camino del medio» con la ambición de cazar votos del oficialismo «crítico» en la provincia de Buenos Aires.

De todos modos, esos «tiros por elevación», bien podrían aplicarse a la situación del propio Scioli, quien hace unas semanas había asegurado que «si tomaba otras decisiones» –irse del oficialismo K dentro del gobierno nacional– las consecuencias podía pagarlas «la gente». Es decir, la población bonaerense.

Aun cuando la única hipótesis del gobernador era seguir dentro del Frente para la Victoria, tanto desde la Casa Rosada como desde Tigre también procuraron hacer de público conocimiento que el gobernador intentó hasta la última hora del cierre de listas alcanzar un acuerdo con Massa.

Ahora Scioli está jugando la única carta que le queda. Intentar «bajarle» la mayor cantidad posibles de votos a Massa y que así el líder del Frente Renovador obtenga un posible triunfo electoral «por poco». No es un desafío sencillo, pero el gobernador necesita «dar vuelta» la desconfianza adentro del gobierno nacional, y después ser uno de los posibles «elegidos» de la presidenta para entrar en la carrera por la sucesión del oficialismo K hacia 2015.

Dentro de la gobernación de calle 6, referentes clásicos del sciolismo naranja creen que la posibilidad de forzar una reforma constitucional que habilite a la presidenta Cristina para acceder a un tercer mandato, «no está en la agenda» de la Casa Rosada. Independientemente de eso, confían en la definición de la propia CFK cuando expresó «no soy eterna».

Scioli ató buena parte de su destino al resultado electoral de la Casa Rosada. No pocas encuestas de intención de voto reflejan un potencial triunfo de Massa sobre el joven kirchnerista Insaurralde.

Aun cuando resulta demasiado prematuro asegurar una derrota electoral K, no pocos aseguran que la presidenta Cristina de Kirchner literalmente «obligó» a Scioli a subir a la campaña proselitista del Frente para la Victoria para poder, en el hipotético caso de que haya que buscar culpables en la provincia como en el 2009, enrostrarle un posible traspié electoral.

Con definiciones en su mayoría de marketing y no de fondo, Massa les ordenó a los candidatos a diputados nacionales por el Frente Renovador llegar hasta un coqueto hotel céntrico platense, ubicado a metros de la gobernación, para firmar ante un escribano público un «acta compromiso» contra la re-reelección presidencial de Cristina de Kirchner.

En principio, resulta innecesario aumentar la falta de credibilidad hacía la política. «Terminó dándole crédito a la desconfianza que venían planteando distintos actores del arco opositor sobre el futuro accionar del espacio del Frente Renovador en el Congreso nacional si se intenta habilitar una eventual reforma constitucional a partir de los vínculos que tiene Massa con el kirchnerismo», dicen en las diagonales.

Es que si bien el massismo llega para representar el malhumor social buscando captar el voto disidente hacia el universo K, no reniega de los «mayores logros» del gobierno nacional, pero sí es muy crítico del último proceso de Cristina Fernández.

En ese «caminar por el medio», la estrategia que parece tener Massa es decir lo que la sociedad mayoritariamente «desea escuchar»: que no haya re-reelección, que no haya inflación y que haya más seguridad.

En definitiva, y a poco del inicio de la campaña electoral, la primera sensación es de cierta confusión ante una avalancha de candidatos que esgrimen propuestas difusas o, en algunos casos, ya anotadas por un electorado con cierta experiencia en el creciente listado de las promesas incumplidas.

En ese contexto, contrasta con claridad la reciente sanción definitiva del proyecto que agiliza a nivel provincial los trámites de adopción y fue recibido de muy buen grado por una administración Scioli que, precisamente, no ha tenido en los últimos tiempos demasiados logros para exhibir.

Una vez más, tal cual sucedió con la celebrada Ley de Fertilización Asistida gratuita, la iniciativa cuenta con la autoría del diputado bahiense Marcelo Feliú, a quien el gobernador se ha encargado de destacar como un modelo de las respuestas concretas que puede ofrecer una gestión legislativa.

(*) Periodista. Columna del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca.